Empecemos por el principio. Todos los telescopios con tubo cerrado traen una tapa para evitar que entre polvo y suciedad en las lentes o espejos o proteger a estos de arañazos. Es muy importante guardar el tubo cerrado y en un lugar protegido de la humedad. Si hemos llegado a casa después de una jornada de observación y el tubo o las lentes están húmedos o cubiertos de rocío lo dejaremos destapado esa noche y a la mañana siguiente, ya seco, procederemos a taparlo. De esta forma evitaremos que se formen hongos en las superficies ópticas. La tapa, además, puede resultarnos muy útil para usarla como plantilla a la hora de fabricarnos una máscara bathinov, un parasol o unas cintas antirocío.
Algunas tapas (sobre todo en telescopios reflectores) tienen dos pequeños salientes circulares. Uno de ellos se puede quitar (es de hecho una tapa) y su función es permitirnos diafragmar el telescopio. Esto es muy útil a la hora de observar la Luna, cuando no nos interesa que entre tanta luz en el tubo. Diafragmando el telescopio, es decir, dejando la tapa grande puesta y quitando la pequeña, nos evitamos tener que usar un filtro lunar en muchas ocasiones. La otra tapa que no se desmonta sirve simplemente para colocar la tapa desmontable que hemos quitado para diafragmar el telescopio y evitar que se pierda.
También podemos cubrir el agujero pequeño con lámina Baader de observación solar y practicar la observación solar segura con este tipo de telescopios. (Recuerda que no debes intentar observar el Sol con telescopio sin filtro solar y sin la supervisión de alguien experimentado, es muy peligroso y puede causarte daños permanentes en la vista, incluso dejarte ciego)
Como véis es una tontería, pero a la vez una solución muy práctica, y seguro que alguno de vosotros no sabíais su función.