Milky Way model NASA
- Objetos celestes

Observando la Vía Láctea

La Vía Láctea es la gran protagonista de las noches de verano junto a las famosas Perseidas pero mucha gente, sobre todo los jóvenes urbanitas, no la ha visto nunca.

La Vía Láctea

Hablamos de nuestra propia galaxia, de tipo espiral y donde se encuentra nuestro Sol, alrededor del cual orbitamos. Nuestra estrella es simplemente una de las más de 200.000 millones de estrellas que la conforman (de las cuales solamente vemos unas 1.500 con nuestros propios ojos en una noche estrellada). Nuestra estrella concretamente está en el conocido como «Brazo de Orión». La Galaxia está formada por el bulbo o núcleo galáctico en el que se cree que hay un gigantesco agujero negro, el disco formado por estrellas mayoritariamente jóvenes y el halo que es es la estructura con forma de esfera que envuelve la galaxia y tiene poca densidad de estrellas pero que es donde encontramos la mayoría de los cúmulos globulares.

Vía Láctea
Recreación de nuestra galaxia, la Vía Láctea, por la NASA, en la que podemos ver los diferentes brazos que la conforman y  en el círculo rojo nuestro sistema solar.

Su diámetro se estima en unos 100.000 años luz y junto a otras galaxias próximas forma el conocido como Grupo Local.

Desde nuestra posición de observadores «terraqueos» la vemos de perfil, ya que las galaxias de este tipo tienen normalmente una forma más o menos aplanada. Para nosotros es un camino (de ahí lo de «vía») de color blanquecino («láctea», de leche) que cruza el cielo. El resplandor está producido por los miles de estrellas que abundan en esta zona del cielo y por el polvo interestelar que refleja su luz. No obstante, si miramos con detenimiento observaremos zonas oscuras, nubes negras que están formadas por esa misma materia interestelar que nos «tapan» a las estrellas que están detrás.

Vía Láctea desde Rubielos de Mora (Teruel)

Su belleza ha sobrecogido a los seres humanos desde tiempos ancestrales y en diferentes culturas. Para los maoríes era Ikaroa, un pez sagrado, madre de todas las estrellas.  Para los mayas, Wakah Chan, un árbol sagrado. Pero para la mayoría de las culturas mediterraneas se trataba de la leche derramada desde el pecho de una deidad.

Hay que especificar que dependiendo de si estamos en el hemisferio norte o en el sur veremos una región u otra de la Vía Láctea, por ejemplo, desde la Península Ibérica vemos desde la parte que cruza las constelaciones de Casiopea y Perseo, pasando por el Cisne en el cenit durante las noches de verano, hasta Sagitario y el Escorpio en el Sur. En la zona de Sagitario encontramos el núcleo galáctico, más tarde hablaremos de ésta región porque es muy interesante. En el hemisferio austral continúan observando la galaxia más allá de Sagitario, pasando por Centauro y la Cruz del Sur. Desde allí es posible observar dos galaxias satélites que a los observadores boreales nos están vedadas: Las Nubes de Magallanes.

Triángulo de verano y Vía Láctea.
La Vía Láctea en una noche de verano parcialmente nublada. Si miramos al Sur encontramos la zona más brillante, el núcleo galáctico en Sagitario. Sobre nuestras cabezas se muestra el Triángulo de Verano.

Nebulosas y cúmulos

Así, para un observador en la Península Ibérica, si mira hacia el sur durante una noche estival estrellada, lejos de las ciudades, verá surgir de la constelación de Sagitario, con su característica forma de «tetera» una nube de vapor, como si estuviera vertiendo leche caliente. Es precisamente en esta región de Sagitario donde encontramos hermosas nebulosas como M8, Nebulosa de la Laguna y M20, la Trífida, los famosos Pilares de la Creación en la Nebulosa del Águila, o la silueta del cisne en la Nebulosa Omega. También podremos observar cúmulos ricos en estrellas como el de Ptolomeo o el cúmulo del Pato Salvaje, o uno de mis favoritos, el cúmulo de la Mariposa. Todos estos objetos son observables con un telescopio de iniciación y la mayoria incluso con prismáticos si sabemos dónde mirar. También encontraremos los objetos más lejanos pero pertenecientes todavía a nuestra Vía Láctea, los cúmulos globulares, como M22 o M4, formados por las estrellas más viejas.

A rose in a golden garden
La Nebulosa de la Laguna y la Trífida.

Pero la belleza de la Vía Láctea no acaba aquí. Si seguimos subiendo hacia el cenit llegaremos al asterismo del Triángulo de Verano formado por las brillantes estrellas Vega (Libra), Deneb (Cisne) y Altair (Águila). En su interior encontraremos dos nebulosas planetarias M57, Nebulosa del Anillo y M27, Nebulosa de la Mancuerna. También se encuentra aquí la reina de las estrellas dobles, al menos en belleza, Albireo (los ojos del Cisne) y un curioso asterismo menor conocido como «La Percha».

También encontramos aquí hermosas nebulosas, pero que requerirán de cámaras muy sensibles para capturar su belleza. La Nebulosa Norteamérica junto al Pelícano y un poco más hacia el norte, llegando a Perseo las Nebulosas del Alma y Corazón. En esta constelación podremos observar, incluso a simple vista intuir, el hermoso doble cúmulo de Perseo.

IC5067 Nebulosa del Pelícano
Nebulosa del Pelícano (IC5067)

Durante estas noches de verano os recomiendo encarecidamente que hagáis una escapada a alguno de los pequeños pueblos de nuestra geografía para observar a simple vista la belleza de nuestra galaxia y si es en buena compañía mejor que mejor.

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Autor: Roberto Ferrero

Roberto Ferrero es miembro de las agrupaciones astronómicas Madrid Sur y AstroHenares. Astrofotógrafo desde el año 2009, sus trabajos han sido publicados en varias revistas especializadas como "Astronomía", Sky&Telescope y Astronomy, además ha contado con varias publicaciones en el AAPOD. En 2020 fue el ganador del V Concurso Internacional de Astrofotografía de Calar Alto. Monitor de astroturismo, divulgador FAAE y responsable de Turismo Estelar, portal web de turismo astronómico.
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