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Astroescapada de 2021: Las Villuercas / Cuenca

Después de las astrovacaciones de verano, y sin haber podido salir de viaje durante la primera parte de 2021 por culpa de las restricciones del estado de alarma, tocaba el momento de hacer la astroescapada de 2021. Así decidí coger un «macropuente» en el trabajo aprovechando las festividades de «Todos los Santos» y «La Almudena». Como no podía ser de otra forma, después de unos días de tiempo espléndido llegaron los días de vacaciones y entraron un par de frentes que regaron con intensidad la península dando un poco de emoción al viaje, afortunadamente el tiempo mejoró para el día que comenzábamos nuestra aventura.

Unos días antes, en una conferencia sobre observación visual escuché a Ángel Huelmo hablar sobre algunos lugares en Las Villuercas (Cáceres) que parecían muy buenos. Teniendo en cuenta que no habíamos estado nunca en la zona y que además cuenta con un Geoparque muy reconocido empezamos a buscar alojamientos por la zona que cumpliesen una serie de requisitos: situación fuera de casco urbano, con sitio para plantar el telescopio, alejado de contaminación lumínica… así es como conocimos «Las Lucías«. Como el presupuesto por el alojamiento se nos iba un poco de las manos para los 4 días, decidimos pasar 2 días en Las Villuercas y luego ir otros 2 a Cuenca, a un alojamiento de turismo astronómico más sencillo y económico.

Astroescapada a Las Lucías

Así que el jueves, novilunio, cargamos el coche con el telescopio, la montura, baterías, maletas, ropa de abrigo y todo el pack completo para parecer una especie de pareja de hyppies/homeless nómadas y cogimos la carretera rumbo a Cáceres. Tras 3 horas y media de viaje (con parada de 1 hora para comer) llegamos a nuestro destino, una bonita finca que además de ser una granja con cabras, ovejas, gallinas y caballos es también un bonito alojamiento rural en el que se puede disfrutar de experiencias tan variadas como un masaje hasta un taller de elaboración de quesos.

Algunas cabras dentro de la granja de «Las Lucías»

Nos instalamos en la habitación, que estaba muy calentita gracias al suelo radiante y nos pusimos a montar el telescopio antes de que anocheciera. Éramos los únicos huéspedes así que decidí montar el telescopio a unos metros de la casa, junto al parking. Podríamos haber salido del valle a unos kilómetros y plantarnos en alguna de las cimas que nos rodeaban en lugares mucho más propicios para la observación astronómica pero primó la comodidad de tener el alojamiento al lado.

Debido a la entrada de una masa de aire polar tras el frente que atravesó la península unos días antes sabíamos que la noche se presentaba fría y húmeda, pero no nos hacíamos idea de cuanto. Nada más anochecer, el fenómeno de inversión térmica propia del valle donde nos encontrábamos empezó a hacer acto de presencia y la temperatura descendió rápidamente hasta 1ºC y la humedad se disparó al 90%, y la noche acababa de empezar…

El telescopio con Venus, escondiéndose tras la puesta de Sol.

Tras alinear a la polar, enfocar, encuadrar y programar la secuencia en NINA nos plantamos en la hora de la cena así que entramos a la casa para calentarnos un poquito y relajarnos mientras el telescopio trabajaba captando fotones de una lejana nebulosa en Cefeo.

Las cosas al lado de una chimenea y con una copa de vino se ven de otro color, y si ya te sorprenden con una deliciosa cena pues esos colores pintarán de rosa. Disfrutamos de los quesos de la zona, de una deliciosa ensalada de calabacín ( todos los productos eran de la propia finca, con cultivo ecológico ) y carne de novillo.

Después de la cena, y como la cosa se estaba poniendo seria, nos pusimos la ropa de invierno, con sus dobles y hasta triples capas y salimos de nuevo a ver como iba la captura con el telescopio y a observar las estrellas.

El Cisne ya encaraba el horizonte oeste y Andrómeda reinaba en el cénit, majestuosa. Las Pléyades destacaban en el cielo y anunciaban que el invierno está a las puertas, con sus noches limpias repletas de estrellas titilantes. Júpiter y Saturno todavía son bien visibles en el cielo aunque este último comienza a mostrarse ya bastante bajo como para observarlo con gran detalle.

También se observaban bastantes estrellas fugaces, Oriónidas y Taúridas principalmente aunque de vez en cuando se escapaba alguna esporádica bastante llamativa. A medida que avanzaba la noche la humedad se disparó al 99% y la temperatura entró en valores negativos. Tenía la mesa ya con señales de escarcha pero gracias a las cintas calefactables el telescopio seguía haciendo su trabajo correctamente. El consumo de cintas, cámara y electrónica no superaba 1Ah ya que el ordenador lo alimento con baterías de litio externas. A eso de la 01:00 Diana se fue a dormir y me quedé solo observando el cielo con los prismáticos, o al menos intentándolo porque cada dos por tres se me empañaban con el vaho de mi respiración y tenía que parar para que se desempañaran. Aún así la observación del cielo a simple vista era una auténtica gozada. El valle nos encerraba en una «caja» que impedía que se apreciara ningún tipo de contaminación lumínica. El SQM (o lechuguímetro como he visto que hay quien lo llama por ahí…. jaja, me parto) marcaba «solo» 21.40 pero creo que estaba falto de pilas (en Cuenca posteriormente nos marcó 21.20 lo cual es incompatible con mediciones de 21.60 que conseguí hace 2 años). La anécdota de la noche se produjo cuando estaba absorto mirando con los prismáticos el cúmulo del Pesebre y empiezo a escuchar un ligero jadeo junto a mí, no me dio tiempo a reaccionar cuando de repente me encuentro 2 patas subidas en mi pantorrilla ¡Me quedé petrificado! Encendí el frontal de luz roja y me encuentro la curiosa cara de uno de los perros pastores como diciendo «¡Eh tío! ¿Qué estás haciendo? ¿Tendrías unos minutos para rascarme detrás de las orejas?» Así que allí estuvimos un rato hablando de estrellas hasta que decidió que prefería irse a «contar ovejas». Lo cierto es que hablé yo más que él.

Se daba la circunstancia de que la noche del 4 de noviembre se produjo una de las mayores auroras boreales registradas en los últimos años (llegaron a ser visibles desde California incluso) y yo estuve muy pendiente de ver si apreciaba algo raro en el cielo. Si os digo que en algún momento llegué a apreciar un sutil brillo en el cielo me vais a llamar loco o flipado así que negaré haberlo hecho y diré que fueron cosas de mi imaginación.

Al final me recogí a eso de las 03:00 con el equipo totalmente congelado y con unas buenas más de 5 horas de integración en H-alfa de Sh-2 132.

Una imagen estirada de 300″ en h-alpha de Sh2-132

Al día siguiente y tras desayunar salimos con el coche para hacer una ruta por la zona. La carretera nos llevó por castañares y alcornocales de una gran belleza, luciendo todos los colores del otoño: verdes, ocres, marrones, rojizos… vimos también bastantes ciervos por el camino (por estas carreteras de montaña hay que ir despacio). Tenía muchas ganas de darme un buen paseo por un bosque como éste. La riqueza geológica también es digna de admirar. Hay varios miradores en la zona en la que te explican el proceso de formación del valle y la importancia del geoparque.

Ya por la tarde, de vuelta en la casa rural, Pepe nos pidió que le acompañáramos a cambiar los caballos de parcela algo que hicimos encantados (a Diana le chiflan los caballos) y después volvimos a montar el telescopio para empezar una nueva noche de astronomía, esta vez para capturar el [oIII] de la misma nebulosa.

La noche se dio más o menos igual que la anterior, con bastante humedad y frío. Podríamos decir que fue como una continuación de la anterior, con degustación de una riquísima cena también.

Astroescapada a Cuenca

Al día siguiente partimos hacia Cuenca. Fueron 5 horas de viaje parando a comer que se me hicieron un poco largas, quizá porque salimos un poco tarde y no me apetecía llegar de noche. Llegamos de hecho muy justos de tiempo y menos mal que Rubén nos preparó un par de bocadillos muy rápidamente. Nos cambiamos a toda prisa y subimos a la zona del observatorio astronómico (si, esta casa rural tiene observatorio astronómico) para montar el telescopio.

Es la tercera vez que venimos a «El Moral» a hacer una astroescapada. El año pasado no pudimos venir por culpa de la pandemia, pero se ha convertido en uno de nuestros destinos habituales al menos una vez al año. Aquí los cielos son también de gran calidad a pesar de que al oeste tenemos la contaminación lumínica de Madrid y al sur la de Cuenca.

Pusimos el telescopio en marcha y a eso de las 22:00 empezaron a entrar nubes. Las aplicaciones meteorológicas acertaron de pleno porque daban 1 hora de nubosidad y efectivamente a las 23:00 se volvió a quedar el cielo despejado. Entre tanto tapé el telescopio porque incluso había zonas próximas donde estaba lloviendo. Como digo al final se quedó despejado y pude tirar otras 5 horas de h-alfa al mismo objeto.

Al día siguiente estuvimos de turismo en Cuenca visitando el Museo Paleontológico y la Villa Romana de Noheda, que cuenta con unos mosaicos espectaculares.

Por la noche, de nuevo bocadillos y a montar el telescopio. Era sábado y nos habían avisado de que todos los sábados tienen actividades de astroturismo para los huéspedes de la casa rural en el observatorio así que nos habíamos apartado todo lo que pudimos para evitar molestias mutuas. Cuando llegaron los monitores, que eran socios de Astrocuenca, nos contaron que tendrían que encender luces del observatorio y usar láseres pero que procurarían molestar lo menos posible. Yo estaba tirando en [OIII] así que dentro de lo malo no me afectaría mucho el tema de la luz. Entre montaje de material y la actividad hubo un poco de jaleo de luces durante casi 3 horas, más que nada lo comento por si alguien que esté leyendo esta crónica tiene intención de ir a hacer observación visual, que sepa de este handicap por el tema de pérdida de adaptación visual.

El grupo de visitantes disfrutó de la observación de estrellas y de planetas con los telescopios y después de un chocolate caliente al que también nos invitaron (muchas gracias amigos). Después de finalizar la actividad se marcharon y a eso de la 01:00 me quedé yo también solo cuando se marcharon los monitores. Como siempre aproveché para disfrutar del cielo con mis sencillos 10×50 y unas cartas celestes.

Aquí en Cuenca, gracias a que estábamos más altos la humedad era menor y la temperatura tardó más en descender, pero a eso de las 03:00 el coche estaba totalmente cubierto de hielo. Pero sobre todo esta última noche fue una de las mejores que recuerdo en los últimos 2 años en cuanto a transparencia del cielo. (también es cierto que con la pandemia no pudimos salir nada el último invierno).

La observación de Orión fue espectacular, majestuoso elevándose sobre el horizonte. Los cúmulos de Auriga sencillamente deliciosos cuando casi alcanzaban el cénit, apreciables a simple vista. El cúmulo del Pesebre también resultaba destacable incluso a simple vista ya que con visión lateral, al miran hacia Géminis, por ejemplo, un borroncillo brillante llamaba tu atención hacia la zona de Cáncer.

Al final de la sesión y antes de hacer los flats decidí sacar una toma sencilla del cometa 67P para dar testimonio de su presencia durante una noche irrepetible que no olvidaré nunca.

Con esta imagen cierro la crónica de esta astroescapada en la que como siempre hemos compaginado turismo, gastronomía, astronomía y cultura.

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